Recibir un masaje nos ayuda a tomar conciencia nuestro cuerpo físico y energético, de las posibles distorsiones que generan dolor y molestia, activando a través de esta conciencia el camino de transformación.

Desde tiempos antiguos el masaje ha sido considerado como uno de los tratamientos más eficaces para aliviar el dolor. Se pueden tratar diversidad de síntomas sobre todo cuando el masaje se aplica a nivel terapéutico; restablecer, mejorar y evitar las lesiones y contracturas musculares.

La aplicación del masaje tiene distintos efectos en cada tejido. Ayuda a liberar endorfinas que nos brindan sensación de bienestar y ayudan a mitigar el dolor.

El masaje mejora la circulación sanguínea, favorece el transporte de oxígeno y el flujo de la linfa, aliviando así dolores de cabeza y de espalda causados por tensión nerviosa.

Mejora la flexibilidad de músculos, ligamentos, fascias y tendones. Al experimentar cambios en la elasticidad articular, se facilita la relajación. El cuerpo abandona patrones habituales de rigidez y tensión, y recupera su agilidad. Se renueva la energía física y mental para mejorar la calidad de vida y reducir el estrés.

El masaje puede complementar una propuesta de mejorar la salud en la que se incluyan también la alimentación, el ejercicio y la meditación.

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